lunes, 1 de diciembre de 2008

TRANSFORMACION ESCOLAR

El eje del problema educativo es político
La solución de la Argentina está en la educación, nuestro fracaso como sociedad se debe a la tragedia educativa que vivimos, la falta de educación genera pobreza, sin educación no habrá transformación social posible, etc.
Por José Luis Lens

La solución de la Argentina está en la educación, nuestro fracaso como sociedad se debe a la tragedia educativa que vivimos, la falta de educación genera pobreza, sin educación no habrá transformación social posible, etc. Estos conceptos y otros similares resuenan continuamente en los diferentes medios sin que, lamentablemente, surja el debate que requiere su cabal esclarecimiento. Estos conceptos no sorprenden, ya que los argumentos “educacionistas” son recurrentes en los expertos en educación, sociólogos, politólogos e intelectuales de nuestro medio. ¿Qué es el educacionismo? Se trata de una visión que entiende a la educación como un factor determinante del cambio, cuando en realidad es sólo un factor interviniente, muy importante, pero sólo interviniente en los procesos de transformación social. Al sobrevalorar el poder de la educación se minimiza el eje del problema que, indudablemente, siempre es político. Los países se estacan y frustran, principalmente, no porque sus ciudadanos carezcan de una educación de calidad, sino por los malos dirigentes, las malas políticas, la corrupción administrativa y otras plagas que impactan dramáticamente en sus planos social y político. A su vez, los pobres no son pobres porque les falte educación, sino porque están sometidos desde la cuna a condiciones sociales totalmente adversas y se encuentran inmersos en un sistema de vida en el que la desigualdad de oportunidades es impresionante. Como sostenía Paulo Freire, concebir a la educación como la palanca de transformación de la realidad es un error. Porque no es la educación la que conforma la sociedad de cierta manera, sino la sociedad, la que, conformándose de cierta manera, constituye la educación de acuerdo con los valores que la orientan. Los que pregonan estas posturas educacionistas se “olvidan” de que el poder que crea a la educación para que lo sirva y mantenga, nunca le va a permitir trabajar contra él. El círculo virtuoso de una verdadera transformación social estará dado, entonces, por la existencia de auténticas políticas de cambio y transformación, que abran la posibilidad de verdaderos proyectos y programas de transformación educativa, funcionales a las mismas. Por eso, nunca debemos perder de vista que la educación, por sí sola, no tiene el poder que se requiere para torcer el destino de nuestras sociedades. Si la educación es un factor independiente de lo político, como se desprende de los enfoques educacionistas, ya que se la presenta como el motor de la transformación social, más allá de cualquier tipo de preocupación por la índole o ideología de los gobiernos que deben promoverla, entonces, se le quita todo su contenido político, quedando prisionera de una visión adaptativo-funcionalista, respecto de cuyos peligros ya nos advertía Paulo Freire (en uno de sus últimos libros: A la sombra de este árbol): “Lo que siempre le interesó a las clases dominantes es la despolitización de la educación. Pero la educación, en verdad, necesita tanto de formación técnica, científica y profesional como de sueños y de utopía”. Este programa adaptativo-funcionalista explica la gran preocupación por la cantidad de horas cursadas por los alumnos, como si de ellas dependiera lo más esencial de su futuro. Y a los docentes que, en una actitud crítica, paran legítimamente en defensa de sus magros salarios, se los acusa y condena socialmente por robarles esas “preciosas” horas a sus alumnos. Pero quién se pregunta: ¿para qué educamos?, ¿cuáles son los objetivos de la educación?, ¿cómo debemos hacerlo educadores y educandos? Las respuestas a estas preguntas requieren del replanteo de los hábitos, conductas y prácticas docentes para la promoción de una educación dialógica, democrática, y cuyo objetivo sea la promoción y formación de personas competentes y comprometidas en el ejercicio de una ciudadanía crítica, participativa y políticamente activa. ¿Cómo lograrlo? No dudo de que es posible, pero el espacio del cual dispongo en esta nota me obliga a dejar mi opinión sobre soluciones para una próxima oportunidad. *Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación (UNED).

TENDENCIA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y EN LA CIUDAD

Sube la inscripción en escuelas privadas y baja en las públicas
Según un estudio, en Provincia creció 13% en las privadas y cayó 4,6% en las estatales en los últimos 6 años. En Ciudad, el fenómeno es menor. Entre las causas, los paros y la mejora económica de muchas familias luego de la crisis de 2001. Por: Liliana Moreno

Las escuelas públicas bonaerenses, primarias y secundarias, perdieron 99.295 chicos, un 4,6% de sus alumnos, entre 2002 y 2007. En los mismos años, las aulas del sector privado incrementaron su matrícula en algo más de un 13%. Las causas van desde la mala implementación de la reforma educativa de los 90, el escaso financiamiento público y la repetición de los paros docentes hasta el repunte de la situación económica que le permitió a muchas familias llegar a "la privada".Estas son parte de la conclusiones de un estudio realizado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) sobre la "Situación educativa y financiamiento público en la provincia de Buenos Aires". Mucho menos pronunciada, esta tendencia se repite en la Ciudad (ver "La Ciudad...")Según este trabajo, de 2002 a 2007 el sistema estatal (primaria/secundaria) pasó de tener 2.161.301 alumnos en 2002 a 2.062.006 en 2007. En estos años el sector privado creció de 873.765 estudiantes a 989.595. En suma, 99.295 chicos menos en las públicas y 115.830 más en las privadas.¿Razones? De diferente índole y complejidad, en consonancia con un sistema educativo que contiene entre el 39 y el 40 % de los chicos escolarizados de todo el país. Entre ellas, explicó Axel Rivas, director del Programa de Educación de CIPPEC, "el fuerte impacto de la crisis de 2001 ya que la Provincia vivió el proceso de mayor deterioro social del promedio nacional y la injusta distribución de la coparticipación que explica que, pese a que destina de su presupuesto total el 35% a educación, el mayor esfuerzo financiero del país, la situación de las escuelas públicas es crítica. Esto ha generado recurrentes paros docentes que son uno de los motivos, entre otros, del pasaje de alumnos al sector privado".Otro factor, señaló Rivas, es "la mala" implementación de la reforma educativa de los 90 (EGB y Polimodal), especialmente entre 1996 y 1999, que fue positiva en cuanto a la inclusión pero sin poder de retención. "Buena parte de estos alumnos abandonó el sistema cuando empezó la crisis". Como contrapartida, "el crecimiento económico hizo que las familias dispongan de más recursos para 'comprar' educación privada". De esta combinación de factores se desprende que hay dos procesos de fuga en el sistema público: la deserción y el pasaje a la escuela privada. "La Provincia -dijo Rivas- tiene la tasa de abandono más alta del país, que entre 2004 y 2005 se estimaba en un 24% cuando el promedio nacional era del 16,8. Y también registra el mayor aumento de la proporción de alumnos en el sector privado que, entre 1999 y 2006, fue del 4% con una media nacional del 1,9". ¿Dónde están los chicos que año tras año dejan la escuela pública?, le preguntó Clarín al director de Educación bonaerense, Mario Oporto, quien aunque difiere con algunas cifras del CIPPEC coincide con sus observaciones. "En la secundaria -dijo-, un porcentaje de estos alumnos pasa a la escuela pública de adultos para trabajar o cuidar a sus hermanos, otros abandonan pero el mayor número pasa al sector privado". Sobre esto último explicó: "La discontinuidad de las clases por los paros docentes es uno de los factores que explica el pasaje y lo entiendo como una responsabilidad compartida entre el gobierno y los sindicatos. Otro motivo es que en el imaginario está la idea, no siempre acertada, de que en las privadas hay mejor calidad educativa. También funciona la diferenciación social, aún en los sectores más bajos, ya que la masividad llevó los problemas sociales al interior de las escuelas. Y, por supuesto, la recuperación del poder adquisitivo".